Sí. Hasta acá llegué.
Tomar esta decisión iba a hacerme sentir horrible. “Un poco más, Gisela. Vos podés. Ya tenés lista la mitad de las cosas. Falta bastante, pero ya hay una mitad hecha. Sólo un poco más. Sólo un poco más”
Pero al cuerpo no lo podés engañar.
La ansiedad que te impide dormir, que te deja trabajando la mente en todas tus horas de descanso. El apetito que se va de los nervios porque sabés que no te dan las horas para hacer todo lo que tenés que hacer. Y por eso seguís, aún en las horas de descanso.
“Sólo un poco más”
Podía engañar al cuerpo un poco más pero…
Números rojos en el calendario.
No iba a llegar. No había tiempo suficiente.
Tenía que aceptar que… ya era tarde.
…
Había empezado tarde. El tiempo se había dilatado. Y ahora ya era demasiado tarde. Tenía que desistir.
Se me hizo un nudo en el estómago. “¿De verdad, está pasando?” Sí, de verdad estaba pasando. Lo intenté, pero igual, se me fue de las manos. Lo mejor era reconocerlo, aceptarlo, y dar aviso cuanto antes de que la última etapa del concurso no iba a realizarse.
Sentí que había perdido credibilidad. “Fallé”.
Pero no fue así. Lo que recibí fueron respuestas llenas de comprensión y ánimos.
Moraleja: aprender a decir “hasta acá llegué”
A veces estamos tan empeñados en lograr algo, que no somos capaces de ver todas las dificultades que habrá en el camino (porque no queremos verlas, porque queremos lograrlo a pesar de todo). Le ponemos más fichas de las que podemos, hasta que nos encontramos en una situación como esta: entendemos que no será suficiente.
A veces es producto de habernos puesto metas muy altas, o haber tomado muchos desafíos a la vez, sin contemplar que ni somos un pulpo, ni el día tiene 56 horas.
Por eso, agradezco infinitamente haber creado el calendario de planificación de estos dos siguientes meses: si no lo hubiera hecho, hubiera seguido adelante ciegamente, desgastando mi cuerpo, y llegado al mismo resultado.
Pero lo realmente importante de esta historia, es que sepas que a veces podés dar marcha atrás algo que iniciaste, y que hacerlo puede ser sano. Sano porque cuidás tu salud, porque podés aprender de esta experiencia y hacerlo mejor la próxima.
Aprender a decir “hasta acá llegué” es difícil, pero hace bien y es correcto. Cuanta más energía le hayas puesto al proyecto, más duele soltarlo, pero a veces soltar es lo que te permite renovar energías y empezar bien otro capítulo.
¿Estás viviendo parecido?
Así que si estás viviendo una situación de estrés como la que comenté antes, reflexioná: ¿de verdad falta sólo un poco más, o te estás mintiendo porque querés lograrlo? ¿es momento de seguir o necesitás hacer un freno para ver las cosas desde otra perspectiva?.
Tal vez sólo necesitás tomar un descanso y luego continuar. Pero si aún no ves perfectamente en el calendario la meta alcanzada, entonces es hora de planificar bien cada día de los siguientes meses: eso te ayudará a ver si tenés que ponerle más ahínco, o si es momento de dar marcha atrás.
Si no sabés cómo planfiicar, te invito a que te suscribas a nuestra lista de emails, donde te ayudaré a planificar tus sueños, y hacerlos posibles.
Hagas lo que hagas, que sea la decisión que te permita dormir feliz y tranquil@ por las noches. Seguro esa es la mejor decisión que podés elegir.
¿Te has sentido así antes? ¿Qué hiciste? Si pudieras elegir hoy volver atrás, ¿harías lo mismo? Me encantaría conocer tu opinión al respecto en los comentarios de abajo. Si te sirvió este artículo, por favor compartilo con tus amigos.